El asturiano se encuentra concentrado en Oliva con el Fundacion Contador Team
A Eduardo Pérez-Landaluce se le ilumina la cara hablando de subidas. Le gusta escalar. Es alto, 1,84 metros, pero está fino. Sobre la bici, mucho estilo. Como si hubiera empezado los entrenamientos mucho antes. Hace un par de meses, sin embargo, estaba de vacaciones en el Índico con su madre. Y luego, claro, los estudios. Pérez-Landaluce cursa Administración y Dirección de Empresas. Tiene algunas asignaturas de segundo, otras de tercero. Poco a poco. Sin prisa, sin pausa. Estudiar le sirve para desconectar de la bicicleta. En unos días, al acabar la concentración, le aguardaba un examen.
Pérez-Landaluce ha progresado mucho desde que pasara por el equipo juvenil de la Fundación un año, salir y competir en otras estructuras y volver este 2019. Sobre todo, en las subidas. Pero en general, sobre la bici. “No me considero un escalador, me considero un fondista”, dice. Al asturiano, de Oviedo, le apetece mucho comenzar ya la nueva temporada. “¿Objetivos? Tampoco tengo uno, sólo quiero que vaya todo bien, que no haya caídas, que me respete la salud. Y hacerlo lo mejor posible en cada momento del año. La forma no dura eternamente, es imposible, pero sí la mentalización. Tienes que saber estar en cada momento”.
Aunque no se etiquete como escalador, si bien muchas de sus actuaciones durante la temporada refrenden de sus dotes cuando la carretera se pone cuesta arriba, Pérez-Landaluce es un enamorado de las ascensiones. Muy pocas les quedan en el Principado por conocer, e incluso se planificaba, cuando tocaba, entrenamientos para poder tener un hilo argumental y una excusa. En este 2019 ha competido en el Giro sub23, el del Mortirolo y La Marmolada, entre otros muchos, en el menú. Acabó el 33º, pero su actuación fue muy regular. En los Nacionales, doble top-10, tanto en la ruta como en la crono (8ª en ambas). En Ronde l´Isard, acabo el 28º. “Si pudiera elegir una carrera en la que estar, me gustaría que fuera Ronde l´Isard. Me gustó mucho. Me pareció durísima, pero me lo pasé muy bien. Me gustaría repetirla”.
Al final la conversación deriva hacia los puertos y salen muchos. Se alegró mucho cuando supo que la Vuelta a España iba a llegar a La Cubilla, porque le parece precioso. “Valle de Lago, cerca de Somiedo, es muy bonito”, dice en otro momento. “¿Y qué pasa con Casielles? Otra preciosidad”. “Para mí”, defiende más tarde, “el encadenado San Lorenzo y Cobertoria es de lo más duro que hay en el ciclismo, no sé cómo ha tardado tanto tiempo en hacerse en la Vuelta. San Lorenzo por sí solo es impresionante”.
También sale a escena Trobaniello, una ascensión sin asfaltar perfectamente transitable en bici de carretera que cobraría mucho sentido con el Puerto de Ventana. El fenómeno del sterrato también le llama la atención. “Me gusta mucho una vertiente del Alto de Santo Emiliano, sube desde Lada. No sé si tiene otro nombre. No presenta grandes rampas. Tampoco es muy largo. Serán unos cuatro kilómetros al 6,5 % o así, pero es muy agradable y tiene la dificultad extra de no estar asfaltado”, explica. “Pero ante todo soy un fondista, lo mío es la resistencia”, concluye.
Prensa Fundación Contador